La Explotación Laboral Infantil en Argentina  
 
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La Explotación Laboral Infantil en Argentina
Buenos Aires, julio 10 de 2003
Acerca del Autor   Ricardo González
 

La explotación laboral infantil es un problema que está a la vista de todos. Si embargo hace falta que el tema se torne mediático para que las autoridades, encargadas de velar por los niños reconozcan su existencia.

Casi dos millones de niños y niñas menores de 15 años se ven obligados a realizar trabajos en las ciudades y el campo argentino, y cualquiera que haya caminado la calle los últimos años podía comprobarlo. Algo que nuestros gobernantes no acostumbran a hacer, salvo en épocas electorales.

Lamentablemente los sucesivos gobiernos nacionales se han empecinado en negar el triste fenómeno. Recién a partir de este año el Estado argentino se ha decidido a encarar, por lo menos, un diagnóstico de la situación.

En ese sentido la secretaria de Trabajo de la Nación, Noemí Rial, reconoce que “para que los niños no trabajen se necesita una sociedad más justa y equitativa”. Y va más allá: “No vamos a erradicar el trabajo infantil si no somos un poco menos hipócritas, porque si les pagamos mal a los padres, ellos no van poder mandar a sus hijos al colegio, ni mantener su casa pero a pesar de ello se puede avanzar”.

La mayor parte de los niños trabajadores vive en las grandes ciudades, donde asisten a albañiles en la construcción, confeccionan calzados, bijouterie y prendas de vestir en emprendimientos familiares y pequeños talleres. Los chicos piden monedas y abren las puertas de los autos en las calles, limpian vidrios, son prostituídos, llenan carros con kilos de cartón, realizan tareas domésticas en casas particulares o en sus propios hogares y cuidan a sus hermanitos cuando sus padres no están. No hay forma de no tropezar con ellos en cada esquina, pero a veces resultan invisibles a los transeúntes.

La mano de obra de los niños es utilizada también para cosechar yerba mate en Misiones, tabaco en Salta, algodón en Chaco, cebolla en San Juan, peras y manzanas en Río Negro, limones en Tucumán y diversas frutas y verduras en las quintas bonaerenses.

Los niños campesinos –en su mayoría– trabajan junto a sus familias, empujados por la abusiva forma de contrato “a destajo”. En el 2004, por ejemplo, se llegó a pagar en Mendoza entre 36 y 85 centavos el tacho de uva (de 21 kilos). Pero también hay bandas organizadas que “alquilan” niños por menor paga que un adulto, como en la “tarefa” (cosecha) de la yerba mate mesopotámica, donde la Unión de Trabajadores rurales y Estibadores ( UATRE) estima que entre 6 mil y 7 mil niños dejan la escuela durante la temporada de cosecha.

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