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Preocupación por publicidad orientada a los chicos en la escuelas de la Ciudad

A partir de denuncias de padres preocupados por la contaminación publicitaria que se cierne sobre sus hijos en horario escolar, la Defensoría del Pueblo porteña pudo comprobar cómo las empresas se benefician de la infraestructura de las escuelas y la “cautividad” y “masividad” de la población escolar para llevar a cabo sus campañas, a muy bajo costo y con alto impacto, sin autorización o consentimiento parental.

De las investigaciones realizadas por la Defensoría, y a partir de los casos analizados, se emitió una resolución donde se advierte que las escuelas han sido identificadas como objetivo por parte de empresas que desarrollan estrategias de mercadotecnia orientadas a la población infantil y adolescente, tendientes a incidir en los hábitos de consumo de los/as alumnos/as.

Por otro lado, se subraya que merced a la permeabilidad de algunas conducciones escolares y la confusión normativa, esas empresas se benefician de la infraestructura de las escuelas y la “cautividad” y “masividad” de la población escolar para llevar a cabo sus campañas, a muy bajo costo y con alto impacto.

El organismo sostiene que las promociones son ajenas a las misiones y funciones de las escuelas y sólo deberían autorizarse cuando se llevaran a cabo fuera del horario de clases y se apreciaran relevantes para los aprendizajes escolares.

Con relación a la venta y promociones en dependencias de la administración, está vigente el Decreto nº 12.382/66 que establece la prohibición de ingreso de vendedores o representantes comerciales cuyo objeto sea promover ventas. Asimismo, la Ordenanza nº 45.718/92 establece la prohibición de operaciones con fines comerciales en los edificios afectados a la educación pública.

En virtud de este análisis, se solicitó al gobierno porteño que se informe a las autoridades escolares la opinión de la Defensoría del Pueblo acerca de la improcedencia de llevar a cabo actividades de “promoción” de productos y/o servicios comerciales en horario escolar y sin el consentimiento de los padres de los/as alumnos/as.
 

Entre esos tipos y yo hay algo personal

Por lo visto, muchos empresarios no tienen escrúpulos a la hora de intentar "programar" sus mensajes publicitarios -subliminales o directos- en las dúctiles psiques en formación de los chicos, más receptivas e influenciables gracias al entorno "educativo" donde se lleva a cabo este ataque.

¡Vamos, que no estamos hablando de las máximas de San Martín a su hija Merceditas! Los mensajes publicitarios son la mayor parte de las veces tan efímeros en su vigencia como lo son las modas, pero –y me atrevo a opinar– gracias a su impacto visual y/o emocional dejarán en muchas mentes infantiles pequeñas estelas de absurdos recuerdos que -como hojas en otoño- irán cayendo para descansar plácidamente en sus subconcientes junto a otros recuerdos de la vida escolar.

Por eso, amigo/a lector/a, si en la escuela a donde concurren tus hijos notas que estos tipos van a "ensuciar" con sus promociones comerciales, propongo un enfoque educativo del problema, como una especie de "vacuna" que suba las defensas de los pibles y evitar que estos tipos usen de pizarrón las mentes de los pequeños.
 

Propuesta

Las escuelas podrían organizar charlas frecuentes llevadas a cabo por personal capacitado en estas cuestiones. Entonces, psicólogos, mercadotecnistas, publicitarios, etc., que investigaron a fondo cómo vulnerar la psique humana y vendieron sus servicios al mercado, podrían reivindicarse en las escuelas, formando parte de un grupo de gente que les explique de frente a los alumnos: cómo funciona la publicidad, porqué ellos son más vulnerables, cómo construir defensas mentales para evitar que les inyecten distintas creencias de mercado. En fin, cómo aprender a pensar, cómo estar más despiertos… Claro, ¡si el gobierno los deja!

¡Ah! Si en alguna escuela se implementa algo por el estilo, avísenme y voy como oyente… ¿Quién sabe? A lo mejor me pueda quitar de la mente alguna cantinela comercial de la cual ni siquiera soy conciente. ¡Ja, ja!