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Panorama económico en medio de la crisis

El siguiente es un informe económico relacionado con la crisis internacional y su impacto sobre la economía Argentina, producido por el Banco Ciudad de Buenos Aires para sus clientes, y que aquí compartimos con todos ustedes.

Las primeras esquirlas de la crisis internacional comenzaron a afectar la economía argentina. El nivel de actividad salió malherido del conflicto con el campo en el segundo trimestre de 2008 y la caída se acentuó en el cuarto trimestre, cuando la mini-crisis de octubre derrumbó el valor de los títulos públicos y terminó por frenar la rueda del crédito. La caída de la actividad en el cuarto trimestre de 2008 es mayormente imputable a factores políticos y económicos internos. Los efectos de la debacle global todavía no habían impactado plenamente en aquellos meses.

El 2009 tendrá que lidiar con la doble tenaza que crean los problemas locales y las turbulencias internacionales. En una economía financieramente aislada como la argentina, el comercio internacional es la principal cadena de transmisión de la crisis mundial. Este canal recién comenzó a operar con fuerza en el primer mes del año. En enero, las exportaciones cayeron -36% a/a (-25% a/a en cantidades) y las importaciones -38% a/a y anticipan una caída similar de los impuestos al comercio exterior en los próximos meses.

La crisis internacional encuentra a la Argentina con fortalezas y debilidades. Entre las fortalezas está un sistema bancario sin vínculos financieros relevantes con el resto del mundo, cuya naturaleza es básicamente transaccional, con alta liquidez y baja exposición a los mercados de crédito internacionales y a burbujas inmobiliarias. Entre las debilidades, la primera es la vulnerabilidad de las cuentas fiscales y externas a los vaivenes de los precios internacionales. La segunda es la imposibilidad de acceso a fuentes genuinas de financiamiento local e internacional que en la transición permitan amortiguar el golpe a las cuentas externas y fiscales, sin afectar la liquidez sistémica y sin caer en el “juego de suma cero” de desplazar recursos del sector privado al público.

El problema central es la incapacidad de ejecutar políticas anticíclicas. Esto es consecuencia de las dos debilidades mencionadas. Respecto a un año atrás, las políticas fiscal, monetaria y cambiaria son menos expansivas o se han vuelto lisa y llanamente contractivas. Hoy la política económica es parte del problema más que de la solución.

Todos los caminos conducen a un ajuste cambiario que el gobierno quiere hacer en forma ordenada. La discusión cambiaria a corto plazo no es si se puede fijar el dólar, sino dónde se lo quiere fijar y a qué costo. El nivel de actividad y la restricción fiscal son las variables que están obligando a implementar una pauta devaluatoria más acelerada.

El debate monetario-cambiario hoy se centra en cuánto, cómo y cuándo deberá devaluarse el peso a lo largo de 2009. Basado en visiones económicas y políticas muy concretas, el gobierno prefiere una estrategia gradualista de ajuste del tipo de cambio. Pero las restricciones externas y la necesidad de preservar las reservas internacionales de cara a un año que todavía luce sumamente incierto, comienzan a inclinar la cancha en dirección a un ritmo devaluatorio más acelerado.

Desde el punto de vista económico, la visión oficial es que una suba agresiva del dólar ayudaría a reducir las presiones del campo y la industria pero agudizaría la inflación (que hoy navega a un ritmo no inferior al 10% anualizado) y pondría en peligro la estabilidad financiera en el actual contexto de incertidumbre y desconfianza.

Desde el punto de vista político, la devaluación podría oxigenar políticamente la situación del gobierno en algunas provincias (aunque no logre inclinar finalmente la balanza a su favor) pero podría ser letal para la emblemática elección en el conurbano bonaerense.

Bajo estas premisas, el Banco Central administra la política cambiaria con un ojo puesto en las reservas internacionales y otro en los depósitos. La combinación de menor liquidación de exportaciones y una suba de la salida de capitales empujó la tendencia alcista del dólar a partir de la segunda quincena de febrero. La fuga de capitales se aceleró en febrero y habría alcanzado los USD 1.200 millones. El dato es superior a la salida de enero (USD 1.000 millones) pero está lejos de los picos de octubre 2008 (USD 4.700 millones).

En las últimas semanas, la aceleración del deslizamiento cambiario fue posible básicamente porque no generó tensiones en los depósitos y las tasas de interés. La liquidez sistémica sigue siendo elevada y no se observan señales de salida de depósitos.

La elevada liquidez y las bajas tasas de interés son un reflejo de la paralización del crecimiento del crédito al sector privado. Los préstamos al sector privado presentan una variación negativa de -0,2% en los dos primeros meses de 2009.

Respecto a un año atrás -y por varias razones- la política monetaria-cambiaria tiene un sesgo más contractivo. En un escenario de recesión global, caída de las exportaciones y reducción del empleo, los tres canales de transmisión de la política monetaria (agregados monetarios, tasas reales de interés y crédito) muestran un sesgo más contractivo respecto a lo visto un año atrás, cuando el principal problema era el recalentamiento y la inflación.